La victoria de Lameck

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Lameck y su hermana

En la universidad medieval, cada vez que un alumno terminaba su grado se consideraba una victoria. Y si era el primero de una región en que lo lograba, su universidad pintaba un ‘Victor’ en una pared del claustro, registrando su nombre y la fecha del logro.

Así nos ha pasado hace poco con Bossvill, y ahora con Lameck.

La carta de Lameck

A Lameck lo conocí en 2016, al final de mi estancia en Kenia. Era un alumno de Desert Streams, de mirada despierta, y sin recursos para hacer la Secundaria: sin padre, malvivía con su madre y hermana en una chabola y no tenían apenas ingresos. Judy me habló de él, pude conocerle, era simpatiquísimo y muy listo: apostamos por ayudarle a financiar el equivalente al bachillerato. Y lo hizo muy bien, en un colegio en Nairobi pero interno, lejos de Kibera.

Lamck con gorro rojo en 2016
Cuando terminó la Primaria

Tras la selectividad vio que la nota le permitía ir a la universidad. Sin recursos, pidió una beca para estudiar contabilidad en Strathmore University (donde yo di mis clases). Le dijimos que nos encargaríamos desde Karibu Sana de lo que no pudiera cubrir la beca: residencia, libros, ordenador, comidas…, a cambio de lo que él pudiera poner de su parte.

La semana pasada concluyó con la ceremonia de graduación, y me ha hecho llegar esta carta tan emocionante:

La carta de Lameck

De: Lameck Wangudi
Para: Javier Aranguren
8 de julio de 2025
ASUNTO: GRACIAS

Te escribo deseando que te encuentres bien de salud y de ánimo.
Al sentarme a escribir esta carta, me invade un poderoso sentimiento de gratitud y de nostalgia. Un sentimiento de gratitud. Acabo de terminar mis estudios universitarios y me he graduado oficialmente en Contabilidad, un hito que todavía me parece surrealista. En su fundamento, se en cuentra tu patrocinio, tu fe en mí y tu inquebrantable generosidad.

No sólo me proporcionastes mi educación, sino algo de mayor valor: una oportunidad para construir una vida con propósito y significado.

Gracias a ti, pude experimentar la vida universitaria al completo. Asistí a clase cada día con la certeza de que alguien confiaba en mis capacidades. Participé en actividades, liderazgo y servicios comunitarios, que me convirtieron en una persona más segura, reflexiva y capaz.

He hecho que mi madre se sienta orgullosa. Gracias a ti ella sonríe y agradece todo lo que has hecho por mí.

Además de estos logros académicos, he sido capaz de desarrollar habilidades de comunicación, disciplina, resiliencia y un mayor sentido de la responsabilidad. He aprendido a trabajar con la gente, a dirigir con compasión y a ser resistente en la adversidad, cosas que ningún libro de texto podría haberme enseñado pero que me servirán toda la vida. Tu apoyo me proporcionó el espacio y la seguridad necesarios para convertirme no sólo en un graduad, sino en una persona equilibrada y adaptada.

Vuelvo a pensar en el día en que nos conocimos y compartí contigo la profundidad de tu amabilidad y cómo me conmovió. Ese encuentro me ha acompañado a lo largo de mi vida. Tu elección desinteresada de ayudar a forjar mi destino me ha enseñado mucho: no sólo a tener éxito, sino a tratar de vivir de un modo que haga mejores a otras personas. Me has enseñado el significado de dar sin esperar recompensa alguna, y me gustaría mantener ese espíritu en todo lo que haga.

Al comenzar mi nuevo capítulo, mi intención es trabajar al servicio de los demás, donde puedo llegar a ser una influencia positiva en la vida de otras personas, sobre todo de jóvenes que, como yo, simplemente están buscando a alguien que crea en ellos. Quiero ser ese faro de luz para alguien, igual que tú lo fuiste para mí.

Gracias por acompañarme en este camino, aunque sea desde la distancia. Tu presencia en mi vida es profunda y duradera. Llevaré esta gratitud conmigo para siempre: en todo lo que diga y haga, y enlos modos en que aprenda a devolver lo que se me ha dado.

 

Evidentemente, el ‘tú’ a quien va dirigida esta carta no soy yo, Javier Aranguren, sino todos los que con vuestra generosidad hacéis posible que ayudemosa estos jóvenes.

Lameck, el día de su graduación, con su madre y con Michael Babu, Karibu Sana en Kenia.

Otras grandes noticias

A lo largo de estas semanas han ocurrido otras cosas:

  • Fundación PwC nos hizo entrega del Primer Premio de su IXª edición de su Programa Apadrina, que irá íntegro para la construcción de un dormitorio más para las niñas de Dorothea Rescue Centre. Detrás de este premio hay mucho trabajo de Lucía Buxens y de la Fundación Promoción Social.

  • En Kwetu Ruai (la casa central de los niños de la calle) acabamos de construir un pozo con el que llevábamos desde el año pasado: vino la máquina de hacer agujeros, la bendijo un sacerdote, y hay un montón de agua que va a hacer un gran servicio a estos niños y a toda la comunidad de la zona rural donde se encuentra la casa.

  • Fr. Edward (don Eduardo Díaz Caballero) visitó Kwetu y Dorothea con Carles y Cris, recién casados de viaje de novios, que quedaron encantados y quieren participar activamente en Karibu Sana. La visita empezó con una Misa con las niñas y terminó con una guerra de globos de agua ¡en la que todas fueron a por el cura!

  • Me llamó por teléfono Benjamin Kipataa, un niño masai con el que estuve en 2016, que ya no es un niño porque tiene 20 años y que ha hecho el primer año de una formación profesional superior en asuntos informáticos: estuve con ellos y con sus vacas cerca de Ruai, él puede acabar siendo el primer urbanita de su familia, y darles un empujón económico excepcional.
Benjamin, con su abuelo (ya fallecido), en 2016.
  • Y mi querido Víctor Mwenda, el primer niño de Karibu Sana, ha logrado aclararse con qué camino formativo seguir tras tiempo de dudas y de problemas familiares. Ha sido todo un proceso de maduración personal por el que confío en que se encuentre en condiciones de sacar un gran provecho a una formación profesional superior en un centro de Don Bosco en Karen, a las afueras de Nairobi.

¡Felices vacaciones!

 

 

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